domingo, 15 de mayo de 2011

“Un medio que hace propaganda política daña a la democracia”



“Un periódico que sale con propaganda a favor de un candidato sólo sirve para envolver zapatos, no para hacer historia”, sentencia., asegura el reconocido periodista colombiano Javier Darío Restrepo. Palabras cruciales para un país como Perú, a muy poco de decidir quién manejará el destino del país.
Ahora que un vasto sector de los medios reemplaza información veraz por propaganda política, resulta urgente escuchar las reflexiones del colombiano Javier Darío Restrepo, columnista y experto en ética periodística, sobre el rol que deben cumplir los medios en coyunturas electorales y el equilibrio e independencia que están obligados a exhibir siempre.
Por Flor Huilca
Son cada vez más frecuentes los conflictos entre medios de comunicación y los gobiernos en la región, ¿cómo podemos explicar estas tensiones?
–El conflicto por la libertad de expresión no es nuevo. En el continente hay un fenómeno político singular debido a presidentes con una concentración muy fuerte de todos los poderes. Llegan con una abundancia de votos, grupos políticos que los apoyan y la conciencia de que la prensa no está bajo su control. Pasa con Hugo Chávez, Rafael Correa, Daniel Ortega y Evo Morales, que buscan la manera de tener bajo control a la prensa, su juez natural. La prensa es el instrumento que tiene la población para equilibrar el poder en una democracia.
–Los gobiernos de Venezuela, Bolivia, Ecuador e incluso Argentina alegan que los medios se han convertido en plataformas opositoras porque buscan su desestabilización política. ¿Qué papel están cumpliendo en esos países?
–La prensa tiene que ser absolutamente clara en que mucho más importante que su propia supervivencia es que la información llegue a la población. La información es el arma que tiene la población para someter a juicio a esos poderes. En todos estos países las poblaciones necesitan la orientación que les da el periodista a través de su conocimiento de la realidad. No es que los periodistas se vayan a convertir en editorialistas, les basta con mostrar los hechos tal como son, situados dentro de un contexto, para que se entienda, sobre todo cuando todos los gobiernos tienden a presentar la realidad de acuerdo con sus intereses.
–Pero en algunos medios prima la propaganda política y no la información veraz...
–Desde luego que uno puede presentar su punto de vista político, pero eso no sirve para nada, por el contrario, se convierte en un peso muerto. El periodista tiene la obligación de controlar su deseo personal porque está al servicio de la verdad, debe mostrar la realidad. No basta con presentar la verdad, hay que mostrarla de modo que la gente te pueda creer.
–Esa obligación a veces se frena por la posición de los medios. ¿En qué se respalda el periodista para cumplir su trabajo?
–Allí tenemos uno de los grandes obstáculos, además de las limitaciones económicas a las que está sometido el periodista. El mayor enemigo de la libertad de expresión en el continente son los malos sueldos. No solo los gobiernos con tendencias totalitarias están impidiendo que llegue una información de calidad a la población, sino también los dueños de medios de comunicación y los propios periodistas que lo consienten. Mientras se mantenga el interés económico como predominante y se tenga bajos sueldos, será imposible que haya libertad de información y, por consiguiente, la sociedad estará siempre sometida a una información manipulada.
–En el Perú estamos en pleno proceso electoral, ¿es lícito que los medios de comunicación fijen su preferencia política?
–Hay dos situaciones que se plantean cuando hay de por medio una campaña electoral. Primero, el medio de comunicación tiene el derecho y –yo diría el deber– de decir su preferencia en su página editorial. Solo allí. Pero ese mismo medio tiene que dar una muestra de equilibrio y ofrecer información sin ninguna clase de sesgo. Hacerlo evitará acudir al recurso hipócrita de utilizar la información como una forma de editorializar. Los electores tienen tranquilidad cuando ven que el resto de la información es útil a todos. La otra línea es que el medio de comunicación no diga su posición en la página editorial, pero lo resalte continuamente en la información, eso es completamente dañino para la democracia y para la credibilidad de los medios.
–Esa línea suele diluirse con frecuencia y tenemos medios convertidos en voceros oficiales de un candidato presidencial.
–Cuando un medio de comunicación pone al servicio de una candidatura todas sus páginas se convierte en un boletín de propaganda. Los lectores lo saben y solo lo compran los que están de acuerdo con la campaña. Es lo mismo que sucede con los boletines de propaganda de cualquier clase, se convierten en pura basura porque el lector sabe que allí no se dice la verdad, sino la verdad que le interesa al que vende. Un medio que renuncia a esa tentación tiene un inmenso valor y la gente le cree. Cuando un medio hace propaganda para cualquier cosa, así sea para un candidato, se convierte en un estorbo para la democracia.
–La polarización electoral también se vive en los medios. Hubo despidos y renuncias de periodistas en desacuerdo con la línea editorial de diarios y canales de TV. ¿Qué les puede decir a quienes viven ese conflicto?
–No hay que olvidar que siempre que hay polarización allí hemos metido la mano los periodistas. La polarización es el resultado, en buena parte, de la forma en que damos la información. En medio de una polarización, donde la población mira las cosas con demasiada emoción, el periodista debe poner la parte de inteligencia, aunque eso ponga en peligro su puesto y sus ingresos. Ese es el costo que hay que pagar por ejercer la profesión. Cuidado con contribuir a la degradación moral de la profesión. Cuidado con que, por buscar lo más fácil, hacemos caso a las voces que nos invitan a convertir el periodismo en propaganda.
–¿No cree que el periodista tiene una posición limitada? Nunca decide la línea editorial, solo debe defenderla como suya.
–No podemos subestimar la participación que tiene el periodista raso, está en contacto directo con los hechos, tiene la materia prima con que se hace la noticia y defiende su presentación. Eso no lo tienen los que están en otros escalones dentro de los medios. Él tiene ese papel y debe defenderlo. Si se convierte en un simple secretario, mandadero, entonces ha perdido su categoría de periodista. El periodista debe dignificar la profesión y esa dignidad se pone en juego en situaciones en que la información se convierte en un botín que quieren manejar y manipular los políticos, los candidatos y la gente que lucra con este tipo de actividades.
–De la polarización hemos pasado a la agresión a periodistas y amenazas con coronas fúnebres, ¿no cree que ello, más allá de lo condenable, deba llamar la atención de los directores sobre lo que estamos haciendo?
–Si los directores son inteligentes entenderán que el mayor logro de un diario es mantener su influencia en la población, que es resultado de una información honesta y profesional. Un periódico que sale con titulares y propaganda a favor de un candidato nunca tendrá influencia, siempre será papel desechable. Para un diario el objetivo supremo es tener influencia, no tanto circulación, eso le da autoridad moral y vuelve a los periódicos material imprescindible. Un diario sin influencia en la sociedad a la que se dirige solo sirve para envolver zapatos, pero no para hacer historia.
Perfil
• Nombre: Javier Darío Restrepo.
• Lugar de nacimiento: Colombia.
• Docencia: Es maestro de la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) y experto en ética periodística. Mantiene un consultorio ético para periodistas.
• Ombudsman: Fue Defensor del Lector en El Tiempo y El Colombiano.
• Publicaciones: Avalancha sobre Armero (1986), Del misil al arado (1989), Periodismo diario de televisión (1990), Ética para periodistas (1991) en colaboración con María Teresa Herrán, Más allá del deber (1992), La revolución de las sotanas (1995), Testigo de seis guerras (1996), entre otros.
• Premios : Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar 1985, Premio San Gabriel del Espiscopado Colombiano 1994 y Premio Germán Arciniegas de la editorial Plantea 1995.